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Mitos comunes de la soya que deberíamos olvidar: nutricionista con máster en nutrigenómica

Siempre se repiten las mismas leyendas contra esta legumbre. Pero aquí están las respuestas de Lucía Martínez, una nutricionista con máster en nutrigenómica.


Lucía Martínez, dietista-nutricionista con máster en nutrigenómica.

EL PAÍS

Desconozco el motivo por el cual cíclicamente sale algún artículo alarmista sobre el consumo de soja en prensa y se hace viral rápidamente.


Tampoco sé por qué la soja es un alimento que despierta las reticencias más absurdas en los consumidores, desde el miedo a sufrir una feminización si eres hombre, a acusaciones sobre causar o empeorar el cáncer pasando por todo tipo de peregrinas tropelías que al parecer esta legumbre causa a nuestra salud.



Teniendo en cuenta que no hay ni un solo departamento de salud de ningún país que haya lanzado una alerta sobre el consumo de soja a ninguna población ni grupo de edad, este fenómeno es francamente curioso. Casi se presta a elucubraciones sobre intereses encubiertos tras toda esa mala prensa.


De hecho, alimentos con recomendaciones claras que indican limitar su consumo, como es la carne procesada o los productos ricos en azúcar añadido, generan mucha menos reticencia y se consumen a diario en un porcentaje elevadísimo de familias sin ningún tipo de reparo.


Hasta el alcohol tiene defensores de su consumo frecuente a pesar de que la única dosis de consumo exenta de riesgo es cero. "Pero oye, que lo importante es tener ojo con la soja…".


 

La soja es un alimento recomendable desde el punto de vista nutricional, como el resto de las legumbres, y no hay ningún motivo para excluirla de la dieta en población general.

 

Es la campeona en contenido proteico de su grupo, siendo además proteína de alta calidad.



Como el resto de legumbres es rica en fibra y en otros nutrientes interesantes. Además, es muy versátil y da lugar a muchos derivados tradicionales que son gastronómicamente muy apreciados: desde el miso, pasando por el tofu, el tempeh, la bebida de soja o la salsa de soja sin ir más lejos. Y a otros más modernos como son la soja texturizada o el Heura. También se extraen de la soja compuestos muy usados en tecnología alimentaria como las lecitinas que se usan como emulsionante.


No parece que tenga demasiado sentido perdernos todo eso por miedos sin fundamento.


“No quiero soja porque soy un hombre”


Pues haces mal, porque de entrada el consumo de soja reduce el riesgo de cáncer de próstata. Uno de los principales miedos a la soja viene determinado por su contenido en isoflavonas, un tipo de fitoestrógenos, y los supuestos efectos negativos que estas tendrán en nuestra salud hormonal, especialmente en el caso de los varones.


Usando el sentido común, os remito a lo comentado arriba ¿realmente creéis que si el contenido en isoflavonas de la soja perjudicara a la población o causara efectos feminizantes en hombres como se oye a menudo no habría una alerta sanitaria al respecto? (las tenemos por mucho menos) ¿o no estarían las consultas médicas a rebosar de hombres con problemas de ese tipo? ¿o no tendrían graves problemas de fertilidad las zonas donde el consumo de soja está presente en la dieta diaria?



Solo con pasar la aseveración por la neurona de guardia, queda claro que algo falla. También podemos leer literatura científica reciente revisando este tema y concluyendo que los productos de soja son seguros. Hay pocos estudios de intervención que revisen el efecto de los fitoestrógenos en la fertilidad masculina, pero alguno podéis leer.


La soja tampoco afecta a la concentración de testosterona biodisponible en hombres, ni a otras hormonas. Dejemos de usar estudios hechos con suplementos de isoflavonas a dosis absurdas, estudios de casos únicos o trabajos en ratones para lanzar mensajes alarmistas sobre la soja como alimento.


¿Y si le tengo que dar fórmula de soja a mi bebé?


Sabiendo que la mejor opción para alimentar a un bebé es siempre la leche materna, en el caso de que por algún motivo debamos alimentarlo con leche de fórmula elaborada a partir de soja (siempre con consejo de la pediatra) está bien que sepamos que las fórmulas modernas de soja son seguras y los niños que las consumen presentan patrones de crecimiento, salud y metabolismo óseo, reproducción, endocrina, inmunológica y de funcionamiento neurológico similar a la de los niños alimentados con fórmula a base de leche de vaca o leche materna.


Estad tranquilos.



“No quiero soja porque produce cáncer”


Esta no solo es una afirmación rotundamente falsa, sino que es al contrario. Si hay una relación plausible entre la soja y el cáncer, sería protectora. No aumenta el riesgo de cáncer gastrointestinal, ni el de endometrio (de hecho es protectora en cánceres ginecológicos y de mama), ni el de próstata como hemos visto más arriba.


Tampoco está contraindicada en cánceres de mama en curso, ni interfiere con algunas medicaciones habituales, a pesar de que el consejo de evitar la soja sigue siendo un clásico en consultas de oncología, pese a no tener base alguna sobre la que apoyarse.

Lo explica con detalle Luis Cabañas, dietista-nutricionista especializado en nutrición oncológica aquí y Liliana Cabo, también compañera nuestra que realiza actualmente su tesis doctoral en la misma especialidad y que nos lo explicó aquí. Ambos artículos enlazan toda la bibliografía que los sostiene.



O podemos ir más rápido: la misma web del WCR (World Cancer Research) nos dice de forma clara y concisa que no hay ningún motivo para evitar la soja en cáncer de mama. De hecho, en sus recomendaciones para la prevención del cáncer no menta la soja en ningún momento y en cambio alienta consumo de más “cereales integrales, verduras, frutas y legumbres”, no al consumo de “más cereales integrales, verduras, frutas y legumbres salvo soja”.


Si recurrimos al AIRC (American Institute for Cancer Research) podemos leer, en resumidas cuentas, que la soja es segura tanto para aquellos diagnosticados de cáncer como para los que no. En definitiva, preocuparse por si un consumo habitual de soja o de procesados saludables a base de soja va a perjudicar a nuestra salud, no tiene base ninguna. Y muy bien nos tenemos que estar alimentando para que lo más sospechoso de estarnos perjudicando en nuestra dieta sea el tofu.


Pero también puedes creer que hay motivos para evitar la soja que no tienen que ver con tu salud.


“No quiero soja porque es transgénica”


Pues evitarla es tan fácil como revisar el etiquetado. En la Unión Europea la legislación obliga a etiquetar los transgénicos de consumo directo humano. Es decir, si una bebida de soja, un tofu o una harina de maíz contienen transgénicos, lo pone en el etiquetado. Tenemos más información en la web de la AECOSAN.



En los productos ofrecidos al consumidor final, debe constar la indicación “Este producto contiene organismos modificados genéticamente” o “Este producto contiene [nombre del o de los organismos] modificado[s] genéticamente”. De manera que, en Europa, si no lo pone en el etiquetado, no lleva transgénicos.


A lo sumo puede contener trazas, siempre por debajo del 0,9%.

Es importante señalar que los motivos más poderosos para evitar los transgénicos no son los de salud. La defensa de la soberanía alimentaria, la conservación de ecosistemas y diversidad o la sostenibilidad son argumentos lo bastante potentes para evitarlos, sin necesidad de caer en mensajes de salud amarillistas o directamente falsos.


“No quiero soja porque deforesta el Amazonas”


Es loable no querer sostener el consumo de un producto que está causando estragos en el ecosistema y en la vida de muchos agricultores. No obstante, en este caso, lo que se debería dejar de consumir es carne, no soja, ya que es la ganadería la mayor responsable de la deforestación, según la FAO.


Los grandes monocultivos de soja del continente americano, se destinan en su mayor parte a pienso para el ganado. Los productos de soja para consumo directo humano, es fácil elegirlos provenientes de soja europea, que aunque solo sea por la mayor cercanía, ya es más sostenible.


La elección de alimentos es una elección política y ética. No apoyéis modos de producción con los que no estéis de acuerdo, y la manera de no apoyarlos es no consumiendo los productos que los sustentan.




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